Underfest Xacobeo 2025: Vigo vuelve a sonar diferente

El Underfest Xacobeo acaba de levantar el telón de su octava edición y, un año más, lo hace con un cartel que confirma por qué este festival se ha ganado un hueco tan especial en el calendario musical gallego. Con una programación que combina grandes nombres internacionales, joyas del panorama nacional y nuevas promesas locales, el evento volverá a llenar Vigo de música los días 14 y 15 de noviembre, con actividades y conciertos repartidos por algunos de los principales escenarios de la ciudad. Entre las grandes noticias de este primer avance destacan The Psychedelic Furs , una de las bandas más influyentes del post-punk británico, que visitará por primera vez Galicia. A su lado, grupos como DeWolff, con su explosivo directo lleno de blues y rock setentero, los franceses Tahiti 80 y su inconfundible elegancia pop, o los estadounidenses We Are Scientists, auténticos referentes del indie neoyorquino, dan forma a un cartel con personalidad propia. También habrá espacio para clásicos de nu...

Israel Fernández y el cierre de Noites do Porto, en un Teatro Colón lleno

El jueves 2 de octubre de 2025 quedará grabado como una de esas noches que justifican todo un ciclo. Israel Fernández puso el broche de oro a la quinta edición de Noites do Porto con un Teatro Colón completamente lleno y una expectación poco habitual. No era para menos: el toledano ofrecía su único concierto del año en Galicia, y el público coruñés respondió con una entrega que se sintió desde el primer aplauso.



La cita llegaba como colofón de un festival que, un año más, convirtió distintos espacios de A Coruña en escenarios abiertos al descubrimiento musical. Y fue precisamente en esa línea —la de buscar la emoción en su forma más pura— donde el flamenco de Israel Fernández encontró su lugar perfecto. Acompañado por el gran Diego del Morao a la guitarra, el cantaor desplegó una actuación de una intensidad casi hipnótica, en la que tradición y modernidad convivieron sin esfuerzo.

Desde los primeros compases, se impuso un silencio denso y respetuoso, de esos que solo aparecen cuando lo que sucede sobre el escenario toca algo verdadero. Fernández, con esa manera suya de cantar desde dentro, fue hilando un repertorio que viajó por los distintos palos del flamenco, alternando la hondura de las seguiriyas o las soleás con momentos de aire más ligero, sin perder nunca la emoción. Cada cante fue un pequeño viaje interior, sostenido por la guitarra de Morao, que tejía y deshacía los compases con una maestría que solo la experiencia puede dar.



El concierto tuvo algo de rito íntimo. Sin más artificios que la voz, las cuerdas y la luz justa, el Teatro Colón se transformó en un templo efímero donde la emoción circulaba en silencio entre artista y público. Cada “¡olé!” espontáneo, cada respiración contenida, cada mirada entre los dos músicos parecía formar parte de una misma conversación. En esa sencillez radicó buena parte de la magia: no hacía falta nada más.

En los momentos más intensos, la voz de Israel Fernández alcanzó ese punto en el que el flamenco se vuelve universal, donde el duende deja de ser un concepto para convertirse en algo que se siente físicamente. Hubo quejíos que parecían venir de muy lejos, pero también matices nuevos, propios de un artista que no se conforma con repetir fórmulas. Porque si algo distingue a Fernández es su capacidad para reinterpretar la tradición desde el presente, con respeto, pero también con una libertad que ensancha los límites del género.



El final llegó entre ovaciones de pie y una ovación prolongada que se resistía a terminar. El público, consciente de haber vivido algo especial, tardó en abandonar sus asientos, como queriendo prolongar unos minutos más la atmósfera creada. Fue el cierre perfecto para una edición de Noites do Porto que, con su programación diversa y su apuesta por la calidad, ha vuelto a consolidarse como una de las citas musicales más singulares del otoño gallego.

Israel Fernández y Diego del Morao se despidieron con gestos de gratitud, dejando tras de sí la sensación de haber firmado una de las actuaciones más memorables del ciclo. Un concierto que no solo cerró un festival, sino que recordó por qué el flamenco —cuando se canta con verdad— sigue siendo uno de los lenguajes más puros y universales que existen.