Con el tiempo pasó de ser una única jornada a ocupar un fin de semana completo en el Pazo de Feiras e Congresos, consolidándose como una de las citas más queridas de la escena. Y cuando parecía que ya se había explorado todo, la organización decidió ir más allá: así nació en 2024 el Pista Extra, un complemento otoñal que pronto encontró su propio carácter y que en 2025 regresó con un Vol. 2 dispuesto a prolongar un poco más el espíritu del festival.
Todo esto sucede, además, en un momento especial: A Candeloria ya ha anunciado que 2026 será el año de su despedida. Por eso cada edición reciente tiene un regusto de capítulo final anticipado, una celebración que mezcla memoria, gratitud y resistencia cultural. Cada noche suma algo al legado del festival: bandas nuevas y veteranas compartiendo escenario, público que ha crecido con esta música y una atmósfera que sigue transmitiendo la misma energía colectiva que lo vio nacer.
Así A Candeloria cerró noviembre en el Pazo de Feiras e Congresos de Lugo con una edición Pista Extra Vol. 2 que convirtió la pista en un santuario punk para celebrar, sudar y recordar por qué la música directa sigue teniendo un poder tan específico. La noche avanzó sin pausas gracias a Jordi Pánico, que desde la cabina mantuvo el pulso del ambiente entre cada cambio de escenario.
El encargado de abrir la jornada fue Manolo Kabezabolo, que subió al escenario a las cinco de la tarde, concentrando mucho más público del habitual para una apertura tan temprana. Lo hizo acompañado de Los que Revientan el Bolo, banda que aporta fuerza y contundencia a su directo. Desde los primeros acordes se vivió un auténtico vómito social, tan característico de Kabezabolo: humor corrosivo, crítica directa y una mirada irónica sobre la sociedad que hace que cada canción funcione como espejo deformado de la realidad.
El setlist repasó clásicos como “Ese Manolo”, “El aborto de la gallina”, “Kanzion de amor”, “Anarkia”, “Tuna Punk” u “Otro Pirulo”, recibiendo coros, carcajadas y complicidad del público. Lo que parecía una apertura se convirtió en un arranque apoteósico, lleno de energía y contagioso desde el primer minuto.
El segundo turno lo ocupó Faul, un proyecto de punk rock feminista formado por Corina Rautenberg (voz y guitarra), Violeta Mosquera (bajo y voz) y Laura García (batería). Para Violeta, conocida por su trabajo en Bala, Faul funciona además como su segundo proyecto activo, un espacio para explorar nuevas formas de sonido y presencia escénica. Las tres provienen de bandas como Grima, Moloch, MLK o Monrovia y residen en Pontevedra.
El grupo se hizo especialmente conocido en 2020 con su versión punk de "Un violador en tu camino" de Las Tesis, acompañada de un videoclip que recogía los nombres de las mujeres asesinadas en España por violencia machista desde 2013. En el escenario demostraron ser una banda “políglota” y de música “sucia”, un término que refleja su capacidad de mezclar estilos y mantener un sonido crudo y directo.
En Lugo demostraron por qué su propuesta crece en reputación: su concierto fue intenso y sin concesiones. Sonaron temas como: “Un Violador en Tu Camino”, “I Don’t Give a Fuck”, “MALVA” y “JE PARLE FRANÇAIS”, levantando pogos, activando al público y demostrando que su energía y actitud no necesitan artificios para llenar el escenario.
Los británicos GBH eran uno de los platos fuertes de la noche y cumplieron con creces. Formados en Birmingham en 1978, se consolidaron como pioneros del hardcore punk británico, con más de cuarenta años de trayectoria y una influencia decisiva sobre generaciones de bandas punk y metal. Su directo mantiene un sello inconfundible de rapidez, potencia y himnos que combinan crítica social con desafección nihilista, un equilibrio entre agresión sonora y rebeldía que los define.
Durante su actuación en Lugo, la pista se transformó en un pogo masivo, con público de todas las edades entregado a un sonido que sigue sonando tan urgente como hace décadas. No faltaron clásicos como: “Diplomatic Immunity”, “Drugs Party in 526”, “Sick Boy”, “Maniac”, “I Am the Hunted”, “Give Me Fire”, “City Baby Attacked by Rats” o “City Baby’s Revenge”, que desataron un frenesí colectivo y confirmaron su estatus como una de las bandas más esenciales del punk británico.
También con 40 años de carrera a sus espaldas, Evaristo ofreció un concierto único en Galicia este 2025, repasando el repertorio de todas sus bandas: La Polla Records, Gatillazo, The Kagas, The Meas y Tropa do Carallo. Subido al escenario acompañado por Alberto Salgado a la guitarra, del mítico e inseparable Abel Murua al bajo, fundador también de La Polla Records, y del resto de secuaces, desplegó un directo lleno de energía, irreverencia y provocación.
El público —unas 3.500 personas que llenaron el recinto— se entregó completamente, llevando al límite a los antiavalanchas metálicos que separaban el escenario y que tuvieron que ser reforzados al terminar el concierto. La pantalla gigante acompañaba la experiencia mostrando lo que se podría llamar el “evangelio Evaristo”, con frases tan rotundas como: “El trabajo no es un derecho, es una mierda” o “Mi gobierno quiere matarme”.
El repertorio fue un verdadero repaso a su trayectoria, con gestos y movimientos que solo él sabe ejecutar: tocarse los huevos, guiños irreverentes y posturas que subrayaban cada mensaje. Sonaron temas emblemáticos como: “Nuestra alegre juventud”, “…O esclavos”, “Otra canción para la policía”, “Poesía”, “Delincuencia”, “Come libertad”, “Come mierda”, “Sin sitio para vivir”, “Así es la vida”, “Igual para todos”, “No somos nada”, “La solución final”, “Txus”, “Salve”, entre muchos otros.
El culmen del concierto llegó cuando, a sus 65 años, Evaristo se jugó el tipo saltando desde el escenario para fundirse con el público y ser elevado mientras coreaban uno de sus himnos más potentes: “Esclavos del siglo XXI”. Fue un momento que condensó toda la esencia del artista: riesgo, irreverencia, entrega total y una conexión absoluta con quienes estaban frente a él, uno de los momentos más intensos y recordados de la historia del festival.
Catalina Grande Piñón Pequeño transformó el escenario en un estallido de energía desde el primer segundo. Su propuesta no sigue convenciones: no tienen bajista y sus canciones son rápidas, directas y explosivas, algunas incluso por debajo del minuto. Su estilo, autodenominado punk fandango, combina elementos de punk, rock clásico, metal y teatralidad, generando un directo imprevisible y cargado de creatividad.
El concierto comenzó con un arranque arrollador: “Burgos Francia” y “Barbies en Wallapop”, ambos de "Música para mastines", su último álbum. La presencia de David Verderón es hipnótica; sus trajes extravagantes y su actitud magnética captan todas las miradas, mientras la banda leonesa imprime intensidad a cada gesto, convirtiendo el escenario en un lugar donde el caos se mezcla con la diversión absoluta.
Durante la actuación fueron cayendo canciones como “Jabón de lagarto”, “Gorro de piscina negro” y “Orquestancana”, acompañadas de historias y comentarios cargados de humor sobre su experiencia con el ayuntamiento y otras anécdotas disparatadas. El espectáculo es una mezcla de música, improvisación y un toque de enseñanza absurda: puede hablar de matemáticas, refranes o dar consejos imposibles de seguir, siempre con ingenio. David interactuó con el público usando todo tipo de objetos bizarros, transformándolos en elementos del show y haciendo cada instante inesperado.


Aunque Verderón acapara la atención, Richard Majo (guitarra) y Adrián Cavero (batería) brillan con su virtuosismo y versatilidad, moviéndose entre estilos tan distintos como cumbia o speed metal. Su momento estelar llegó con la versión de “Personal Jesus” de Depeche Mode, en la que Richard asumió la voz principal mientras David repartía canapés de cecina para untar en las primeras filas, sumando humor y teatralidad a la interpretación. “Promocionamos la cecina porque somos de León, ... si fuesemos de Valladolid promocionaríamos el laismo”.
El tramo final fue un auténtico torbellino: “Riñones de leche”, dedicada a su padre y “Nocilla de dos colores”, un tema de amor con sello propio, dieron paso al cierre apoteósico con “Los de la capi” y “Arroz con costillas”, llenando la pista de saltos, pogos y cánticos a grito pelado.
Aún quedaba mucha fiesta (Y de la buena!!!), pero el temporal y un largo camino de regreso a casa de casi dos horas nos hizo renunciar a unos siempre espectaculares Talco a los que hemos visto en infinidad de ocasiones y que nunca defraudan y el que más nos dolió por lo novedoso de la propuesta: C&B (CEIBE), grupo formado por miembros de las bandas más míticas del punk rock gallego (Dakidarria, Soak, Skarnio, Ruxe Ruxe, etc.) y que nacía y moría en este festival!
No es tiempo de lloros y despedidas, pues en apenas unos meses, ya en 2026, el 11 de abril, nos calentaremos con los Pogos de la última Candeloria “O Último Berro” con Boikot, Non Servium, Dakidarría, Juatxo Skalari, Me Fritos and the Gimme Cheetos, Arrhytmia, Tremenda Jauría y las mezclas de Jordi Pánico.
Os dejamos con la galería de fotos del concierto: