La noche del viernes en La Fábrica de Chocolate Club no fue un simple concierto. Fue una entrega sin reservas, una declaración honesta y emocional firmada por Nacho Sarria, artista malagueño que pisa fuerte en el circuito independiente con un repertorio de canciones directas, profundas y sin artificios.
El ambiente cálido se palpaba desde el primer momento. Sarria recibió personalmente a los primeros asistentes en la entrada de la sala, saludando con cercanía, firmando y agradeciendo el apoyo. Tras el concierto, volvió a compartir tiempo con su público en el puesto de merchandising, donde la reedición en vinilo de su primer álbum fue protagonista absoluta y voló en apenas minutos.
Sobre el escenario, Sarria no estuvo solo. Lo acompañó una banda solvente y cómplice, fundamental para el resultado final. Especialmente destacable fue la labor de:
Alfón López, bajista con una gran presencia escénica y, además, clave en las voces coristas, aportando armonías ricas y bien equilibradas que sumaron profundidad emocional a muchos de los temas.
Rober García, preciso y expresivo desde la batería, marcando el pulso del repertorio sin imponerse. Eduardo Díaz-Miguel Martínez, en los teclados, aportando capas melódicas y ambientes, pese al contratiempo técnico que impidió interpretar "Rosas negras".
Y Alejandro Hidalgo, que deslumbró como guitarrista solista, robando muchas miradas con su Gibson Les Paul negra —cedida para esta minigira gallega— y una pedalera analógica artesanal que huye de las digitalizaciones comunes, en busca de un sonido más puro, dinámico y arriesgado, donde cualquier fallo podría arruinar un concierto. No fue el caso: su ejecución fue brillante y emocional.

El repertorio cubrió todos los matices del universo Sarria, con temas como: "
El cálido paso del tiempo", "
Mi amor no se vende", "
Química inestable" donde disfrutamos del funk rock o "
El Mundo es Cruel" que nos recuerda al pop español de finales de los 70 con un tempo pausado aderezado con teclados. "
El Camino" y "
Gitana" nos llevaron al primer larga duración del artista, con un sonido más crudo y mas psicodélicos que nos encantó, para llegar a los momentos culminantes con “
Flor” todo un himno de la banda, donde el propio Nacho se quitó la camiseta y cantó a pecho descubierto, tanto en lo físico como en lo emocional. Un gesto de entrega absoluta que encajó con la sinceridad de sus letras y la conexión evidente con el público.
La noche terminó con una versión de “
Purple Rain”, que presentó con un nudo en la garganta: “La canción favorita de mi madre”. Fue un cierre emocional, sin fuegos artificiales, pero con una autenticidad que caló hondo. Siete minutos de pura magia de regalo para todos los presentes y que no estavan previstos en el set inicial.
Mención especial merece también la nutrida representación de la productora gallega Esmerarte Industrias Creativas, presente en la sala, respaldando con visibilidad y cercanía un proyecto que, concierto a concierto, sigue ganando fuerza, respeto y público.
En Vigo, Nacho Sarria, gracias al apoyo de la iniciativa Girando por Salas, ofreció mucho más que un concierto: ofreció verdad, piel, alma y canciones. Y lo hizo arropado por una banda en estado de gracia, ante un público atento y agradecido. A veces no se necesita nada más.
Os dejamos con la galería de fotos del concierto: