Wolfmother en Santiago: la tormenta perfecta llegó con sol, fuzz y distorsión

Tras un fin de semana más propio del otoño que del mes grande de las Festas do Apóstolo, tuvieron que llegar desde Australia tres jinetes del hard rock para espantar las nubes y dejar una noche despejada… y cargada de electricidad. El sol salió el lunes, y por la noche también lo hizo la música: Wolfmother llenaron la Sala Capitol con un concierto corto, intenso y sin concesiones, que dejó sin aliento a los fieles compostelanos del riff grueso y la distorsión analógica.


Desde una hora antes del arranque, el ambiente ya empezaba a caldearse con una sesión DJ que mezclaba rock clásico en vinilo, y que se repitió también tras el concierto, prolongando el espíritu de la noche. Fue un auténtico placer ver cómo auténticos profesionales seguían pinchando con mimo, hilando cortes de Zeppelin, Hendrix o Sabbath con gesto preciso y sin recurrir a atajos digitales. Todo un homenaje a la vieja escuela que casó a la perfección con la propuesta de Wolfmother.



En esta ocasión, la banda se presentó en formato trío: James Wassenaar al bajo, Brett Wolfie a la batería y Andrew Stockdale como alma mater, guitarra y voz inconfundible. La formación, más reducida que en su anterior visita a Santiago en 2018 —cuando tocaron en la Plaza da Quintana y con teclista incluido—, demostró que se puede levantar un muro de sonido sin necesidad de refuerzos. Al contrario: esta versión más cruda de Wolfmother acentuó su carácter directo, casi salvaje, con la guitarra de Stockdale como protagonista absoluto.



El concierto arrancó puntual, sin preámbulos ni telón de fondo. Apenas un saludo y ya estaban lanzados con "Dimension", que marcó desde el primer compás el tono de la noche: riffs afilados, ritmos secos, solos incendiarios y un Stockdale pletórico, con esa voz que sigue recordando —sin necesidad de imitar— a Robert Plant. Le siguieron sin pausa "New Moon Rising" y "Woman", uno de sus temas más emblemáticos, con el que ganaron el Grammy a Mejor Interpretación de Hard Rock en 2007, y que desató la primera gran ovación de la noche.

La Capitol, completamente llena, respondió con entusiasmo a cada ataque sónico. "White Unicorn" y "Apple Tree" continuaron el repaso a su debut homónimo, todavía su disco más icónico, aunque hubo espacio también para piezas de trabajos posteriores como "Cosmic Egg" o "Victorious". "Midnight Train" y "Pyramid" mantuvieron la energía al máximo, mientras que temas como "Mind’s Eye" o "Vagabond" abrieron breves pasajes más introspectivos, de aire casi lisérgico.



La puesta en escena fue austera, pero efectiva. Sin pantallas, ni luces espectaculares, ni efectos. Solo ellos y sus instrumentos, encadenando tema tras tema sin apenas mediar palabra. A lo sumo, algún “thank you” entre canción y canción, y poco más. Una actitud que lejos de restar, sumó. Porque en su caso, hablar poco no es sinónimo de frialdad, sino de seguridad en lo que hacen: dejar que la música hable por sí sola.

En la recta final, "California Queen", "Gypsy Caravan" y "Colossal" encendieron definitivamente la sala. El riff mastodóntico de "Victorious" y el clímax absoluto con "Joker and the Thief" marcaron el falso final del concierto. Esta última, quizás su canción más conocida en España gracias a su uso como sintonía del programa de radio La Vida Moderna y por formar parte de la banda sonora de Resacón en Las Vegas, fue recibida con auténtico fervor por el público compostelano.



Pero aún quedaba una sorpresa en forma de bis: un potente y sentido homenaje a Led Zeppelin con "Rock and Roll", el clásico de 1971. Un cierre más que simbólico, que puso en valor la línea directa que conecta a Wolfmother con los gigantes del hard rock setentero.

Stockdale, el único miembro estable desde los orígenes del grupo, sigue al mando con un carisma discreto pero imparable. Su voz no solo se mantiene intacta: en directo, gana cuerpo y presencia. Y su manera de atacar la guitarra, con ese tono abrasivo marca de la casa, demuestra que no ha perdido un ápice de pasión ni entrega. No hace falta que hable: basta con que toque.

Con este paso por Santiago, Wolfmother confirma que siguen siendo una fuerza viva del rock actual, capaces de mantener viva la llama del riff clásico sin caer en la caricatura. En una era de sobreproducción, postureo y fuegos artificiales, verlos sobre un escenario con tan solo su música y sus instrumentos resulta casi revolucionario. Galicia se empapó de fuzz, y esta vez no fue de la lluvia. Os dejamos con la galería completa de fotos del concierto: