Una de las grandes novedades de este año, el escenario Rias Baixas Duendeneta, situado en un rincón, junto a las foodtrucks, que invitaba a dejarse llevar por la música electrónica, congregó a cientos de asistentes hasta las últimas horas de la noche. Por este escenario también pasarón nuevas propuestas musicales de futuro como: Javier Lekker, Taïn y la nueva apuesta del festival, el baile, con la actuación de Combai Danza-Igualarte que dieron paso a una sesión ininterrumpida de DJs que se extendió hasta casi las 4 de la mañana. Un nuevo acierto para los amantes de los beats más eclécticos.


La jornada arrancó en el escenario Xacobeo con No Te Va Gustar, que ofreció una contundente hora de rock alternativo con acento uruguayo. Pese a su horario temprano (19:00 h), el grupo logró reunir a una buena cantidad de fieles que corearon con entusiasmo cada tema. Su directo fue enérgico, cercano y cargado de emociones. Interpretaron clásicos como "A las nueve", que resonó con fuerza en un público que no dejó de cantar; "No te imaginas", con su ritmo contagioso y una letra que conecta de forma directa con el corazón; "El error", que desató una ovación con su intensidad lírica y fuerza instrumental; o "No era cierto" uno de esos temas que resumen a la perfección el equilibrio entre melancolía y potencia que define al grupo, entre otros. Su conexión con el público fue inmediata y su presencia dejó claro por qué siguen siendo uno de los referentes del rock en español. La banda aprovechó la ocasión y anuncio un concierto integro en el Náutico de San Vicente para el día siguiente a su actuación lo que enloqueció a su público más fiel.

El concierto de Siloé arrancó con un momento mágico: "La verdad", interpretada por Fito a capela desde la mesa de sonido, que marcó el inicio de una actuación que fue creciendo en intensidad y emoción hasta convertirse en uno de los grandes momentos de la jornada. Desde ese arranque tan poco convencional como emotivo, quedó claro que el directo del dúo vallisoletano iba a ser especial. El escenario Rías Baixas se llenó hasta los márgenes, y el público no tardó en entregarse por completo a una banda que rebosa energía, calidad y carisma. Siloé está en plena forma y lo saben; están viviendo su mejor momento, y eso se refleja en cada nota y cada palabra.


Con Jaco, su batería, tocando en casa delante de su abuela de 103 años, había un aliciente emocional añadido que impregnó todo el concierto de una intensidad especial. Fueron desgranando temas que ya se han convertido en himnos de su repertorio, como "La oposición", "Cierra los ojos", "Nada que se parezca a ti", y culminaron con una poderosa interpretación de "Todos los besos", que puso el broche de oro a un directo que fue de menos a más hasta alcanzar un clímax colectivo. La conexión con el público fue absoluta. Siloé no solo ofreció una buena actuación: ofrecieron una experiencia que muchos no olvidarán fácilmente.

Y entonces llegó uno de los momentos más esperados del día: Mikel Izal, ex-líder de la banda que marcó a toda una generación, subió al escenario Xacobeo a las 21:30h para ofrecer un concierto que fue mucho más que un repaso a su trayectoria. Acompañado por una banda sólida y un montaje escénico muy cuidado, el artista construyó un puente entre el pasado y el presente, entre los himnos de su etapa con Izal y las composiciones más introspectivas de su nuevo proyecto en solitario.
La respuesta del público fue inmediata. Desde los primeros acordes, la conexión fue total. Temas como "Pánico práctico", "Pausa" o la icónica "Copacabana" desataron auténticas ovaciones, coreadas por miles de voces en un momento de comunión colectiva. El cierre con "La mujer de verde" fue el broche perfecto: una canción que, a pesar del paso del tiempo, conserva intacto su poder emocional.
Pero no todo fueron viejos éxitos. Las canciones de su primer álbum en solitario también encontraron su espacio y fueron muy bien recibidas. "El miedo", "La fe y El paraíso" mostraron a un Mikel más introspectivo, más maduro, pero igual de cercano. La mezcla de nostalgia y renovación hizo de su concierto uno de los más redondos de la noche. Un artista en plena reinvención, sin renunciar a sus raíces.
La fiesta siguió con Los Tigres del Norte, que aterrizaron en el escenario Rías Baixas pasadas las 22:45h. Los reyes del narcocorrido y la música norteña no dejaron indiferente a nadie. Aunque el estilo puede parecer ajeno al circuito festivalero gallego, su actuación fue una verdadera fiesta. La entrega del grupo y la respuesta entusiasta del público confirmaron que la diversidad musical es una de las mayores virtudes de PortAmérica.

Ya pasada la medianoche, el relevo en el escenario Xacobeo lo tomó Ca7riel & Paco Amoroso, en un espectáculo que se movió con absoluta libertad entre el concierto y la performance artística. Lo suyo no fue solo música: fue un show escénico con una narrativa visual y sonora tan cuidada como irreverente. Desde el primer instante, con dos lonas gigantes con las cabezas de los protagonistas (que sustituyen a los inflables que están llevando en esta gira) dominando la parte trasera del escenario, la propuesta dejó claro que lo que venía no iba a ser un concierto al uso.

Rodeados por una banda completa de músicos —guitarra, bajo, batería, percusión, teclados y vientos— que aportaba una contundencia instrumental inusual en los directos del género urbano, el dúo desplegó una energía inagotable. Su puesta en escena combinaba lo teatral donde arrancaron sentados en una mesa en el centro del escenario, lo paródico y lo explosivamente musical. Interpretaron temas que son ya parte del imaginario de una generación: "A mí no", "Pirlo", "Re forro", "La que puede, puede" o "Supersónico" retumbaron con una potencia demoledora mientras el público saltaba, cantaba y respondía a cada provocación con entusiasmo desbordado.
Sin embargo, no se limitaron al repertorio conjunto. En el PortAmérica también hubo espacio para las carreras individuales. Ca7riel desató la locura con "McFly", uno de sus temas más conocidos en solitario, mientras Paco Amoroso hizo lo propio con "Todo el día", aportando su particular flow y carisma a una actuación que no dio tregua.
Todo el concierto se desarrolló con un hilo conductor que mezclaba el descaro con una cuidada estructura escénica que se vio empañada por la ausencia del fuego, pero debido a las condiciones meteorológicas adversas (más de 30 Km hora de viento) se tuvo que cancelar. Un espectáculo que parecía moverse entre el caos calculado y la genialidad, donde el humor absurdo, la crítica encubierta y la provocación se daban la mano con una calidad musical incuestionable. Fue una propuesta valiente, que rompía cualquier frontera entre estilos y géneros, y que borraba con naturalidad los límites entre el concierto y la performance contemporánea.
Cerraron con "El día del amigo" y "El único", dos temas cargados de mensaje y emoción, dejando al público eufórico y con la sensación de haber presenciado algo más que música: una experiencia que, por su intensidad y originalidad, cuesta comparar con cualquier otra vivida en el festival.
Uno de los conciertos más divertidos y contagiosos de la noche fue el de La La Love You, que transformaron el escenario Rías Baixas en una auténtica fiesta pop-punk, llena de confeti emocional y coreografías improvisadas. Con su estilo fresco, directo y sin pretensiones, ofrecieron un show cargado de energía, baile y buen humor, donde cada canción se convirtió en una invitación a saltar, cantar y dejarse llevar.
Arrancaron con una buena dosis de sus temas más coreados, como "La canción del verano" o "Todo mal", entre melodías brillantes y letras que, con aparente ingenuidad, esconden una carga emocional y generacional potente. “¿Por qué todo me sale mal, si todo lo hago por amor?”, cantaban en "Todo mal" mientras el público, brazos en alto, coreaba cada verso con una sonrisa.
El momento más surrealista y divertido de su concierto llegó cuando subieron a dos personas del público, a quienes caracterizaron como pizzeros, equipados con gorros y mochilas de pizza, que lanzaron pizzas de peluche al público con total entusiasmo. Todo ello mientras una gigantesca figura hinchable de un gato pizzero se desplegaba majestuosamente detrás de la banda, presidiendo el centro del escenario y haciendo aún más delirante y encantador el conjunto.
Interpretaron "Laponia" uno de los momentos más bonitos del concierto: la canción fue acompañada por miles de linternas de móvil iluminando el recinto, como si el propio público estuviese señalando el camino hacia ese lugar mágico e inalcanzable que canta la letra y como no podía ser de otra manera, cerraron con "El fin del mundo", su gran hit, convertido ya en himno de una generación que no teme cantar al amor postapocalíptico con una sonrisa en la cara. Un final a la altura de un show que no busca más que lo que logra con creces: hacer feliz a quien lo vive.
El cierre oficial de la jornada lo protagonizaron Veintiuno, el segundo grupo más robado de España (por wegow), y Recycled J, que pusieron el toque más pop y urbano para cerrar la noche en clave de fiesta total.
Pero, PortAmérica no es solo música, y eso quedó claro una vez más con la espectacular zona ShowRocking. Este año, algunos de los mejores chefs del país volvieron a hacer magia gastronómica en directo. Divididos en dos turnos los asistentes pudieron degustar pequeñas joyas culinarias firmadas por nombres de talla internacional como el Hot dog de pollo braseado con salsa de guilda de David García (Corral de la Morería), el sorprendente Ceviche de vieira, gamba y maracuyá de Lara Roguez o la propuesta de Jordi Roca, el genio pastelero del Celler de Can Roca con su ya célebre Làctic y El GRAN bombón, auténticos objetos de deseo gastronómico que provocaron largas colas.
El ambiente de esta zona fue relajado pero vibrante, con los chefs cocinando en vivo y el público disfrutando de una experiencia gourmet accesible, divertida y coherente con el espíritu del festival.
Pero la jornada nos deparaba más sorpresas y no era otra que la actuación de Ivan Ferreiro, Amaro Ferreiro y Merino en la zona showrocking.
Os dejamos con la galería de fotos de esta jornada: